Había una vez un faraón, que se casó con una mujer y
tuvieron un hijo llamado “valiente guerrero”.
Un día vino una familia rica que quería el trono del faraón,
entonces mataron al faraón y nadie se enteró quien lo había hecho. Todos
enojados buscaban a los culpables, pero la familia rica se fue muy lejos y
nunca los pudieron encontrar.
Un día en el pueblo
tuvieron que elegir faraón, o sea el
hijo del faraón muerto (valiente guerrero) .
Una vez ya cumplido los 18 años él decidió que construyeran
su tumba “La pirámide” y que colocaran túneles secretos con trampas para que
los ladrones no puedan pasar. Entonces
sus esclavos lo empezaron a construir lentamente.
Pasaron años y años y
el faraón se estaba poniendo muy viejo.
La gente empezó a hacer sacrificios para él para que se
mejorara y desde ese momento a esas personas muertas las llamaban “MOMIAS”.
Ellos creían en la vida después de la muerte, fue uno de
los rasgos más importantes de la cultura egipcia. La muerte no se considerada un
fin, sino un pasaje a la vida eterna.
La vida en el más allá era concebida como una réplica de la
terrena (aunque en un ámbito diferente), y para afrontarla era primordial que
el cuerpo se mantuviera en buenas condiciones.
En las tumbas depositaban la momia en un sarcófago y este, a
su vez, en una tumba. Junto a él se colocaba los bienes personales, como joyas
y alimentos, que acompañaría al muerto en su viaje a la otra vida.
En un principio, el único que accedía a la vida eterna era
el faraón. Luego, esta concepción fue extendida a los nobles y posteriormente a
los difuntos de cualquier condición social. También momificaban a los gatos
(por la diosa gata), perros y serpientes.
Los egipcios también creían que, al fallecer una persona, su
alma pasaba por un juicio frente a un tribunal presidido por Osiris. Describieron detalladamente la
escena del juicio en el llamado Libro de
los muertos, que era un código de reglas que guiaba al difunto en ese
trance. En el centro de la sala del tribunal se encontraba la balanza de la
justicia; en uno de sus platillos se colocaba el corazón del difunto y en el
otro, una paloma, símbolo de Maat (señora de la justicia). Osiris estaba
sentado en su trono, con Isis y Neftis a su lado, y muchos asesores. Thot
anotaba los resultados del juicio. Anubis se situaba junto a la balanza para
llevar al cabo la que negaba haber realizado malas acciones. Si sus dichos eran
veraces, el corazón, que nunca mentía, permanecía en equilibrio con la pluma de
la justicia; si no, se cargaba con el peso de los pecados del difunto y la
balanza se desequilibraba. Entonces un animal monstruoso con cabeza de
cocodrilo y cuerpo de hipopótamo se lanzaba sobre él para devorar se cadáver.
Si no había mentido en la confesión, Osiris abría al difunto la entrada de la
vida eterna.
Tantos años que pasaron que el faraón murió y todos los
aldeanos lo levantaron y lo enterraron en la pirámide ya terminada y le
enterraron sus cosas más valiosas .
Cuando el faraón iba camino a su juicio ante Osiris, vio a
un hombre y una mujer viejos, que caminaban ante él. Temblaban de miedo cuando
colocaron sus corazones en la balanza. De pronto apareció el animal monstruoso
con cabeza de cocodrilo y cuerpo de hipopótamo y los devoró, tal como decía el Libro de los Muertos.
El faraón se acercó preocupado, cuando fue su turno y
preguntó a Osiris que era lo que habían hecho esas personas que fuera tan
terrible como para que se los coma el monstruo.
Osiris le contestó: - Gran faraón esas horribles personas
fueron las que mataron a tu padre. No les sirvió en vida su crimen porque
tuvieron que vivir huyendo y ahora tuvieron que enfrentar al terrible monstruo.
En cambio tu puedes pasar a la otra vida. Adelante, te vas a encontrar con
algunas personas que te extrañaban mucho, le dijo.– ¡Mucha surte en tu nueva
vida!-.
El Faraón estaba muy
feliz de volver a ver a su padre y a su madre.
FIN
Denise (1º B Inst. Holters)