miércoles, 22 de agosto de 2012

El zapato perdido (Cuento Egipcio)



En un pequeño pueblo de Egipto vivía una muchacha de 30 años cuya belleza se asimilaba a la de una diosa. Su nombre era Iris.
Le gustaba ayudar a su padre que trabajaba como escriba de rebaños, contando cabezas de ganado y evitando las discusiones entre los ganaderos. Iris sabía leer, escribir y contar, y cuando su padre se jubilara, le sustituiría.Todos los chicos del pueblo y de los alrededores deseaban casarse con Iris, pero ella sólo compartiría su vida con un hombre al que amara con todo el corazón. Los jóvenes seguían insistiendo pero ella los rechazaba. Su padre se extrañaba, incluso le proponía casamiento con el apuesto hijo del alcalde, pero ella no podía soportarlo. Sus padres sólo deseaban la felicidad de la hermosa joven:- Iris, solamente tú puedes elegir al hombre al que amarás como esposo.
La tarde estaba soleada e Iris salió a darse un baño al canal pensando que a esa hora nadie la molestaría. Se quitó las sandalias, se desvistió y se metió poco a poco en el agua que gozaba de una temperatura deliciosa. Estuvo nadando durante mucho tiempo.
Por allí cerca, los chicos cazaban o jugaban a la pelota. Cuando la joven volvió hacia la orilla, un chico le hizo señas con la mano ofreciéndole su ayuda para salir del agua. Se trataba del hijo del alcalde, que muy orgulloso, armado con un arco y unas flechas, le regalaba una liebre que había cazado. - No quiero tus regalos. ¡Aléjate de mi! – dijo Iris.- ¡Ni lo pienses! Deseo hablarte. Sabes que yo seré tu marido – contestó el joven. - ¡Jamás! ¡Nunca me casaré con vos!
Iris se fue en busca de sus sandalias, cuando escuchó el ruido de un aleteo. Un halcón bajó hacia el suelo a gran velocidad agarrando una de sus sandalias con sus garras, y de nuevo subió al cielo. Cuando el hijo del alcalde tensó su arco apuntando hacia el halcón, Iris gritó: - ¡No tires! El halcón es el animal sagrado del dios Horus, el protector del faraón. Nadie puede matarlo. El chico se fue muy avergonzado por su acción.
Un poco más tarde se celebraba el consejo de ministros presidido por el faraón en el jardín del palacio. El rey continuaba soltero y esta situación no debía alargarse más. La Regla exigía que reinara junto a él una gran esposa real, pero ninguna le interesaba. Estaba pensativo y no prestaba atención al ministro, cuando de repente, el halcón se abalanzó hacia el rey dejando caer algo en sus rodillas. Se trataba de una sandalia, la más bonita que jamás había visto. Rápidamente hizo llamar al jefe de guardia, y se dirigió a él enérgicamente:- Envíe a sus hombres a todas las ciudades y pueblos y ordene que todas las muchachas se prueben la sandalia. ¡Encuentren a su dueña!
El hijo del alcalde iba hacia la casa de Iris, cuando vio a dos guardias cumpliendo el encargo del faraón. No dudó en preguntar qué pasaba, a lo que le respondieron amablemente. Sólo les quedaba visitar la última casa del pueblo que se encontraba al final de la calle. El chico, al reconocer la sandalia de Iris, trató de evitar que la encontraran. Pero en ese momento, la muchacha salió de su casa portando un ramo de flores de loto. El guardia, al verla, quedó impresionado por su belleza, y al probarle la sandalia comprobó que era suya.
Iris fue a una enorme sala del palacio. El suelo estaba decorado con azulejos en forma de lotos y en las paredes se representaban preciosas pinturas con escenas de caza. Allí, en su trono, estaba sentado el faraón de Egipto. La joven se arrodilló ante el faraón como muestra de admiración y respeto. El rey la tomó de la mano ayudándola a levantarse. Admirado por su belleza, el faraón le calzó la sandalia. Iris era la esposa elegida por los dioses, y ella se había enamorado del faraón. - Reinarás en Egipto junto a mi. Mandaré construir para ti una pirámide que inmortalizará nuestro amor y hará brillar tu nombre para siempre.  Fin.

Giovana (1º C - Inst. Holters)



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