martes, 21 de agosto de 2012

Egipto: Más Allá de lo que demuestre ser (Cuento Egipcio)




3000 años antes de Cristo, en Egipto, gobernaba un faraón llamado Tutankamón. Fue criado por una nodriza. Él creía que era la figura más importante entre todos los faraones que habían gobernado y que gobernarán. También creía que era un descendiente directo de los dioses. Por eso era engreído, presumido y sobre todo arrogante. Sus súbditos lo sabían pero ninguno se atrevía a decírselo.
Un día, Tutankamón sentía deseos de casarse asíque ordeno que buscaran a las mujeres mas bellas del reino. Entonces trajeron a diez mujeres. Todas eran hermosas, pero una de ellas llamo rápidamente la atención del joven.
Una muchacha de ojos azules, cabello rubio y vestida casi idéntica a un ángel. Tutankamón no lo pensó por mucho tiempo y se acerco a ella con una mirada superficial.
La miro fijo a los ojos y le dijo:
-Tienes suerte, vas a casarte conmigo.
La muchacha lo miro con cara de desprecio y le dijo:
-No, gracias.
-¿Como que no?-dijo el con decepción y furia.
-No, yo no estoy aquí por mi voluntad. Mi familia me ordeno que viniera y no tuve otra opción pero de algo estoy sumamente segura y es que no voy a casarme contigo.
-Yo no creo eso, soy el faraón y debes casarte conmigo si así lo deseo.
-No quiero casarme contigo. No eres nada de lo que deseo para mí.
-¿Por qué?- pregunto Tutankamón con una mirada desafiante.
-Porque no me gustan los hombres engreídos y posesivos como tu. Yo quiero un esposo que me haga sentir especial e importante para él, no un niño que cree ser el centro del mundo.
Tutankamón se sintió humillado y completamente enojado con ella. Aunque no quiso comenzar una discusión con ella porque sintió algo en el que nunca antes había sentido.
-No soy ni engreído ni posesivo. Además tú tampoco me conoces. Crees tener la razón pero no la tienes. Crees que por ser hermosa y delicada todos los hombres se rinden a tus pies, pero no es así.
-Ninguno de los hombres que conozco se me ha declarado aun, y aunque me digas que soy hermosa y delicada nada me hará cambiar de opinión.
-No estaba tratando de cambiar tu opinión, solo es lo que creo yo.
-¿En serio?
-Si. Es que en el preciso instante en que te vi me sentí diferente, es algo que nunca había sentido por nada ni nadie.
La hermosa chica de cabellos rubios, que en realidad se llamaba Akana, se sintió alagada y atraída al instante.
-Bueno, gracias-respondió ella sorprendida.
-De nada, pero es lo que realmente pienso.
-Bueno, debo irme, lamento todo esto que paso, solamente creí que ibas a encerrarme o a castigarme por esta discusión que tuvimos.
-Esta bien, puedes irte.
-Gracias.- dijo Akana totalmente conmocionada- Aunque, si quieres podemos ser amigos.
-Si, me encantaría.-dijo Tutankamón esperanzado.
Entonces Akana se fue.
Cuando llego a su casa su madre la miro como esperando a que ella le contara algo de su visita a el faraón.
Akana la miro y le dijo:
-No te esperances mucho, no pasó ni pasará nada.
-¿Cómo que nada?-pregunto su madre desilusionada.
-No, no pasará nada, el no me gusta como persona y no quiero un hombre que cree que todo el mundo gira entorno a el. Aunque es algo tierno cuando quiere.
-¿Te gusta o no, hija mía?-pregunto la madre algo confundida.
-No lo se, estoy confundida. Voy a salir, necesito pensar un poco.
Luego, Akana fue a la pirámide de Keops, que era la tumba más grande de Egipto y que la ayudaba a pensar con sabiduría porque era un lugar tranquilo.
Cuando llego se sentó en una piedra y comenzó a meditar lo que había pasado ese día con Tutankamón.
Luego de estar pensado unas dos o tres horas se decidió. Fue a hablar con el joven faraón. Cuando llegó pidió hablar con Tutankamón inmediatamente. Y así fue.
Cuando lo vio pidió hablar con él a solas, y todos se retiraron de la habitación.
-Dime que necesitas.- dijo él.
-Estuve pensando y decidí casarme contigo.-dijo sonriente Akana.
-¿Que? ¿Por que cambiaste de opinión?-dijo Tutankamón totalmente sorprendido.
-Porque me di cuanta que mas allá de lo que muestras ser, eres comprensivo, seguro y tierno. Me gustan los hombres así. Además me di cuenta que yo fui muy terca y no te di una oportunidad para demostrarme como eres en realidad. Perdóname.
-Esta bien, entonces, ¿quieres casarte conmigo?
-¡Si!-respondió Akana feliz.
Un mes después se casaron y tuvieron un hermoso bebe, Kefren, quien los hizo muy felices y heredó el trono. Gracias a ese hermoso niño, vivieron enamorados y agradecidos de haberse conocido.


Fin


Tamara (1ro. B - Inst. Holters)

2 comentarios:

  1. jajajajjaj te gusto a vos también que te pones ¨esta bueno,tama¨ jajajajaja

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